Cuando ir a la oficina aún no formaba parte de mi rutina, que mi novio pasase allí ocho horas al día me resultaba misterioso y excitante. Luego me tocó a mí y el influjo se esfumó. Imagino que algo similar le ocurrirá a Kim Kardashian con todas esas cosas mundanas que cuando se ven desde la distancia y sin necesidad de implicación podrían resultar hasta sugerentes.
Precisamente el pasado lunes, la mujer más esperada de la Met Gala de 2024 volvió a apostar por la figura de reloj de arena llevada al extremo con un diseño de John Galliano para Maison Margiela Artisanal. Atrás quedaron los customs de Balenciaga o las piezas de archivo de Mugler: ahora los vientos soplan a favor del diseñador gibraltareño y la elección del equipo de estilistas de la celebridad no hace más que confirmarlo. Aunque lo sorprendente del look de Kardashian no fue el vestido, ni tampoco el corsé imposible, ni siquiera su nuevo platino al que siempre hay que volver. Lo que desconcertó a aquellos que escrutaron su estilismo fue el suéter gastado y con bolitas que llevó para resguardarse del frío.
Solo que todas sabemos que no era necesario: no estamos en enero sino en mayo y aunque nevase en Nueva York, Kardashian estaría más que dispuesta a pasar un poquito de frío si eso consolidase su popularidad. Tras los sacrificios estéticos de pasadas ediciones, en esta ocasión, a la cintura diminuta se le sumaron unas plataformas sin talón que le exigían andar —en sus palabras— como “una bailarina”. Que es lo mismo que decir que iba de puntillas.
Como era de esperar, la dichosa chaqueta gris —uno de los colores del año, qué conveniente— fue motivo de debate en las redes sociales de la celebridad, pero también en la alfombra de tono terroso. Fue precisamente allí donde explicó a Vogue USA que se trataba de un guiño textil que evocaba una noche salvaje en un jardín. “Salí corriendo, cogí el jersey de mi novio y me lo puse. Tenía que ir al trabajo y mi pelo estaba hecho un desastre”, rememoró Kardashian, que compartió con todas un pequeño destello de su vida pasada.
En otra de las versiones, no era el trabajo sino el instituto y el autobús de las 6 de la mañana lo que esperaba por la celebridad. El dress code de la velada era “El jardín del tiempo” y el recuerdo en cuestión no podía resultar más adecuado.
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Si realmente ocurrió algo así, desconocemos si era un jardín de cuento de hadas o el de la parte de atrás de una mansión de Calabasas. Tampoco sabemos cuántos años habrán pasado desde la anécdota en cuestión. Lo más probable es que haga décadas que Kardashian no se permita una juerga, ni siquiera un pequeño caos en su vida. Quizás por eso ahora le resulte tan atractivo fantasear con ello. Además, conferirle todo el protagonismo a un jersey que cualquier otro ser humano lanzaría al fondo del armario y jamás llevaría a un evento como la Met Gala solo está disponible para unos cuantos. Ese 1% de la población que decide que unos náuticos desgastados o un bolso abierto son el epítome de lo cool. La cosa cambia si los lleva el otro 99%.
Y a pesar de lo evocadora que pueda resultar la pieza en cuestión —para Kardashian y también para quien la observa—, esa manera tan amorosa de llevar los jerséis, como abrazada a ellos o a ti misma, ya formó parte de la propuesta estética de Maison Margiela durante el desfile que fascinó a la industria el pasado enero. Porque fue el modisto el que imaginó junto a la celebridad lo que representaría el look que luego ella ‘performaría’. “Imagina que estás viviendo la mejor noche de toda tu vida con alguien que te parece mágico y estás en un jardín. Te has quedado dormida, te despiertas […] y tienes que darte prisa…”, compartió Kardashian, recordando así su conversación con Galliano.
El trabajo que hay detrás de una aparición estelar como la suya requiere del esfuerzo de muchos profesionales. Ellos son solo dos, las caras visibles, que fantasearon con la idea de un vestido roto o descuidado, como su pelo, como su chaqueta. Solo que nada de aquello era real, era pura narrativa. Pero qué bien sienta jugar a ser —durante unas horas— una persona normal, con preocupaciones normales y una vida normal.
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