No puedo pensar en mi amiga Tania sin imaginármela envuelta en un halo de alguna de sus (muchas) fragancias siempre intensas, como ella misma. Tampoco me imagino a las matriarcas de mi familia sin sus respectivos perfumes de cabecera (invariables al paso de los años), y, sin duda, no puedo concebir mi tocador sin el aroma que me lleva acompañando desde la adolescencia: L’Eau d'Issey de Issey Miyake. Y es que el olfato es el sentido más vinculado a la memoria, además del más primitivo, emocional, involuntario e irracional de todos. Nos hace evocar recuerdos, transportarnos a lugares o momentos lejanos en el tiempo y hasta contribuye al proceso de enamoramiento, como señalan desde la Academia del Perfume. Incluso, según un estudio publicado en el Journal of Personality and Social Psychology, cuando estamos expuestos al olor de nuestra pareja los niveles de cortisol -la famosa hormona del estrés- disminuyen. Por todo esto, escoger un aroma con el que nos sintamos representados es quizá la parte más importante de nuestra “carta de presentación” particular, tanto o más que la ropa que vestimos o el peinado que escogemos. Algo así como nuestro pasaporte olfativo personal.
El mío en cuestión siempre estuvo sellado por este clásico del diseñador japonés; un olor fresco y limpio inspirado en las sensaciones y el aroma del agua en la piel de una mujer. Y digo ‘estuvo’ porque, ahora, compite con un digno adversario: L'Eau d'Issey Solar Violet. También de Miyake, sí, pero completamente diferente. Aunque ese toque acuático característico de la versión original de 1992 persiste, sus contrastes se intensifican en una combinación entre calor y frescura; delicadeza y pasión. Un cóctel que captura la esencia de la violeta, ensalzada por jugosas notas de pera y empolvada gracias al acorde de iris. Y como así seguramente resulte un tanto difícil de imaginar, digamos mejor (aun a riesgo de pasarme de idealista) que huele a las noches de julio, a los primeros rayos de sol sobre los campos de lavanda de Brihuega o las últimas tardes de la primavera antes de dar paso al verano. El aroma por el que he sido infiel a mi fragancia de toda la vida bien merece un poco de romanticismo.
Llevo años utilizando este ambientador para espacios y textiles que consigue un olor fresco y limpio constante
Tres tips para enfatizar el ‘olor a ti’
Según la Academia del Perfume, para dejar huella allá donde vayamos el truco está en vaporizar nuestra fragancia en las zonas pulsátiles de nuestro cuerpo. El motivo es bastante obvio: en las zonas donde hay pulso es donde mejor se percibe nuestra frecuencia cardíaca, y estas pequeñas vibraciones facilitan que se liberen las moléculas olfativas de forma progresiva, por lo que conseguiremos prolongar su efecto. ¿Cuáles son? Detrás de las orejas, en la parte interna de las muñecas, el escote, los tobillos y detrás de las rodillas. También en la zona de la nuca, para mantener la huella que deja nuestra fragancia tras nosotros.
No por aplicar más perfume el resultado será mejor ni más duradero; si nos excedemos, podremos acabar con la nariz saturada (especialmente si hablamos de olores demasiado penetrantes) y tendremos esa falsa sensación de dejar de oler nuestro propio perfume antes de tiempo. Evita también vaporizar tu fragancia en el cabello o la ropa, y por regla general en zonas demasiado expuestas al sol —aunque algunas, como esta que ahora nos atañe, sí pueden utilizarse con exposición solar—. Es importante también no caer en el típico gesto de frotarse las muñecas para no “romper” las notas. Al hacerlo incrementamos la temperatura de la superficie de la piel, generando unas enzimas naturales que interactúan con el perfume y provocan que su desarrollo no siga los tempos y por tanto el aroma se vea ligeramente alterado.
Mantener nuestro perfume en condiciones óptimas influye directamente en el estado de este. Y es que, aunque estos preciados elixires se conserven en botellas herméticas, con su uso el oxígeno va sustituyendo al líquido que se ha consumido y la oxidación —proceso en el que demasiado oxígeno dentro de la botella altera las moléculas de la fragancia, afectando a su olor, color y textura— irá avanzando. Lo ideal es conservar el perfume a baja temperatura para retrasar el proceso de degradación, y mantenerlo alejado de la luz directa. Además, intenta guardarlo fuera del cuarto de baño; los cambios de temperatura y el vapor caliente de la ducha no son lo más adecuado para su conservación.
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