Mido menos de 1,60 metros y no estoy muy acostumbrada a llevar zapatos de tacón por lo que encontrar un vestido de invitada de boda que me favorezca con calzado plano no siempre es sencillo. Durante años, escogía el diseño que me encajaba a nivel estético y, una vez elegido, me recorría las tiendas y webs en busca de un zapato que combinase bien con el estilo del vestido y me aportase comodidad. Hasta que, hace poco, di con la silueta que me favorecía, incluso, con sandalias planas.
En primer lugar, descubrí que los vestidos largos me sentaban mucho mejor que los cortos –pese a ser una fan incondicional de las siluetas mini–. ¿La razón principal? Para verme favorecida con un vestido corto tenía que recurrir a unos centímetros de tacón. Por el contrario, los diseños maxi me alargan la silueta y puedo optar por un calzado más cómodo.
Sin embargo, a la hora de componer looks para bodas de día, sentía que los diseños que me cubrían los pies se alejaban del código de vestimenta que exigen este tipo de eventos y, al mismo tiempo, podían resultar incómodos para una boda de verano.
Fue entonces cuando di con el vestido de invitada de boda que respondía a todas las necesidades: un diseño largo con una –o varias– abertura en la pierna que estilizase la figura y mostrase esta parte del cuerpo, no solo para realzar sino para adaptarse mejor a los códigos de vestimenta de las bodas –tanto de día como de noche–. Este pequeño detalle en un vestido largo aporta carácter y personalidad a la pieza y, al mismo tiempo, consigue alargar a nivel visual la parte inferior del cuerpo. Sin duda, un gran descubrimiento al que pienso recurrir cada vez que me inviten a un evento.
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