La boda en Ámsterdam de Bianca y Adrián: la vida (y el amor) en rosa
Una celebración íntima, de aires retro y reflejo del gran compromiso sostenible de esta creativa pareja
Fue al escuchar la risa de Adrián. Así, Bianca sintió “un tardío flechazo”. Eran compañeros en una editorial; los dos becarios, él de diseño, ella de estilismo. Más de una década después, tras varias ciudades –y una furgoneta que camperizaron ellos mismos– convertidas en efímero hogar, hicieron de Ámsterdam el escenario de su enlace. Es ahí donde echaron el ancla hace cuatro años, donde se asentaron, embriagados por sus calles, canales, y paisajes. “Nos hemos enamorado de esta ciudad”, confiesan estos dos valencianos que movilizaron a una treintena de seres queridos para acompañarles en la boda que soñaron… e hicieron realidad.
El encuentro de dos personalidades arrolladoras solo podía dar como resultado una pareja magnética, cómplice; que alterna carcajadas y reflexiones profundas –y certeras– a una velocidad pasmosa. Quien escribe estas líneas ha sido testigo de ese amor, desde aquellos inocentes (o no tanto) flirteos en el trabajo hasta la consolidación de una relación que solo podía celebrarse de esta forma, en una boda poco convencional, rebosante de autenticidad y cuajada de guiños al compromiso sostenible de la pareja. ¿Cómo? Con proveedores locales, adquisiciones de segunda mano y un menú vegano que hizo las delicias de los asistentes.
Estilista de profesión, Bianca se ha convertido en una de las voces clave de la sostenibilidad en el sector de la moda gracias a su proyecto Estilismo Consciente, por ello, gran parte de las decisiones que tomó la pareja estuvieron marcadas por esos valores; por otro lado, Adrián, diseñador gráfico, se encargó de la imagen de la boda, un viaje que empezó con unas invitaciones que remitían a la estética de las viejas postales. Sus planes de boda comenzaron tiempo antes. Bianca le escribió una carta para pedirle matrimonio, la fotografió con una cámara analógica y él se encontró la sorpresa al recibir el revelado. “Adrián es más de gestos que de palabras, así que le quise quitar presión al decirle que se lo pediría yo. Y así lo hice”, explica ella.
Hacerse reír, apoyarse incondicionalmente y no dejar de sorprenderse, esa es la receta que se extrae de sus años de noviazgo, y convienen: “Somos muy conscientes de lo afortunados que somos pero eso no significa que demos las cosas por hecho. Ponemos energía y prioridad en tener una relación sana, donde cada uno tenga su propia vida además de la que compartimos”. Una que Bianca valora especialmente: “No me gusta la monotonía, pero me enamora la cotidianidad. Desayunar juntos, charlar en la cama o hacer planes de futuro es algo que me sigue ilusionando y es donde más consciente soy de que es el mejor compañero de vida para mí”. A lo que Adrián añade: “Ella es todo espontaneidad. Es muy divertida y creativa, algo que extrapola a todos los campos de su vida. Siempre se despierta con una sonrisa y me contagia su alegría”.
La noche anterior a la boda invitaron a sus amigos y familiares a su tradición favorita, los viernes de pizza. Una preboda inusual, que sirvió de adelanto de lo que estaba por llegar: una celebración diferente, honesta, descomplicada. Fue en Radion, un lugar mítico de la vida nocturna de Ámsterdam, “perfecto para que muchos invitados se conocieran antes del gran día”. Horas después, el enlace tendría lugar en De Nieuwe KHL, un edificio lleno de encanto en el que fue su primer barrio. Un complejo industrial ligado a la historia de la clase trabajadora y migrante de la ciudad en el que predominaban los colores rosa y verde. Ese día, además, salió el sol; un poco de su querida Valencia irrumpió en la que ahora es su casa. Y no faltaron, claro, las risas, tal y como empezó todo. “Amo que todos los días se ríe a carcajadas”, confirma ella.