La boda en Córdoba de Pilar y Rafael: un vestido de Laura Ponte, flores de colores y un accesorio hecho por la propia novia
El enlace tuvo lugar en octubre en una finca familiar y hasta la recena estuvo medida al milímetro
Una boda en Córdoba tras ocho años de amor
Como si de una comedia romántica se tratara, hay historias de amor que parecen destinadas a funcionar y a cumplir los deseos que nacen a primera vista. Es lo que les sucedió a Pilar y a Rafael, quienes celebraron su boda en Córdoba hace tan solo unos meses. En realidad se conocieron un verano hace nueve años y ya entonces el novio se adelantó a los acontecimientos. “Fue muy gracioso, porque cuando empezamos a salir, me confesó que ese día le dijo a su amigo que iba a ser la mujer de su vida y que nos íbamos a casar. No se equivocó. Pero no surgió hasta el verano siguiente, cuando mi mejor amiga hizo de celestina y nos volvió a unir, con la excusa de que él no fuera de ‘sujetavelas’ al cine. A los pocos días, vino a mi casa de la playa a pasar el día los dos juntos, y se quedó tres más con toda mi familia”, cuenta Pilar entre risas. “Desde entonces, juntos”.
Ella, médico de familia (haciendo la residencia) y él, ingeniero agrónomo, se prometieron un domingo de la forma más cotidiana: dando un paseo con su perra. “Nos sentamos en un llano a tomar el sol, y cuando abrí los ojos, tenía la caja con el anillo delante”, nos cuenta la cordobesa. Más tarde celebraron una fiesta de pedida en casa de la novia, con sus respectivas familias, en la que apostaron por un menú marroquí, de un cocinero y amigo, natural de Casablanca. Inolvidable y muy divertido, su gran día llegó el pasado 7 de octubre con una ceremonia la Real Iglesia de San Lorenzo Mártir, que escogieron por su vinculación con esta parroquia.
Sencillez y flores de colores: las pautas para la decoración nupcial
El convite tuvo lugar en una finca familiar en Almodóvar del Río, llamada Fuenreal Alto, en la que los recién casados acumularon numerosas vivencias de sus vacaciones veraniegas. “A los dos nos hacía ilusión celebrarlo allí”, confiesan. Para el menú, optaron por el saber hacer del catering Ermita de la Candelaria y este llevó al equipo de organización de eventos de Juan Mata, para dar soporte si surgía cualquier imprevisto. Y es que los novios acertaron dando forma a una jornada para el recuerdo que ellos mismos plantearon al milímetro, sin contar con ninguna wedding planner. “Lo hice todo yo misma, con ayuda de mi mejor amiga María. Yo quería que todo fuese sencillo, no quería nada rocambolesco”, señala Pilar.
Quizá por eso reconoce que no estableció una temática concreta para el ‘sí, quiero’, simplemente se dejó guiar por sus gustos, nada de tendencias puntuales: minimalismo, delicadeza, abundancia de color y muy buen ambiente. Lo mismo sucedió en materia de tonalidades, pues realmente la pareja se dejó llevar con la gama cromática propia de esos días de otoño en el campo. “Había unos tonos naturales espectaculares, por lo que iba todo en consonancia. El cielo, el verde del campo, las flores en todo su esplendor… Fue todo muy colorido y alegre, es lo que más me gusta”, recuerda. Por ello, dejaron el campo al natural (eso sí, lo arreglaron con ayuda de los trabajadores de la finca) y el día anterior al enlace se acercaron con algunas amigas y familiares a decorar los baños y algunos rincones con arreglos florales nacidos del propio entorno. No obstante, para la iglesia y las mesas del catering se pusieron en manos de Andaluflor, que optó por adornar los espacios con las flores favoritas de la novia: dalias, nardos y astromelias.
Look de novia de Laura Ponte con joyas muy especiales
La misma sensibilidad que la pareja puso para seleccionar los elementos decorativos del día, estuvo presente en el vestido de Pilar, diseñado por Laura Ponte. Una pieza asimétrica de inspiración romántica y tejido vaporoso, con detalle de flor al cuello y sobrevestido, siguiendo la tendencia del layering que también continuaremos viendo en 2024. Al look, le añadió la magia de un complemento hecho por ella misma que completó su moño de bailarina. “Me gusta hacer manualidades y joyitas, así que, me hice una peina con cuentas en color rosa salmón, que simulaba pétalos de flores”.
En materia de joyas para su boda en Córdoba, además de la alianzas (ideadas por su joyero de confianza, Fran) se decantó por las más significativas: sus regalos de pedida —un collar de Leandra, unos pendientes de diamantes puntiformes de la Joyería Luque y el anillo que Rafael le regaló—, un anillo que su padre regaló a su madre y otra sortija para el dedo meñique, de Leandra, que su madre le dio.
Accesorios repletos de significado para un enlace en el que lo más importante siempre fue la calidez y el disfrute de cada uno de los invitados. “Nos llevamos la alegría de saber que todo el mundo estaba súper contento y dándolo todo. Desde que la gente se fue, no paramos de recibir whatsapps diciendo lo bien que lo habían pasado”. Y esa, sin duda, es la mejor guinda para el pastel.
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